lunes, noviembre 09, 2009

Dama (otra vez)




Conocí una mujer que era un río, y de él bebía.

Ondulaba entre sus curvas

por las orillas del cause que marcaba su piel.

Llenaba de peces de colores su mirada,

que saltaba siempre

buscando azul.





Conocí a una mujer que era un río, y sus cabellos

me ahogaban al dormir.

A veces -las que más-

sus caricias recorrían el cuerpo como un torrente,

con sus palabras de riachuelo que bajaban por sus labios,

como el agua en la montaña.





Conocí a una mujer que era un río, y a su paso mi cuerpo temblaba.

Me sumergía en ella con mi red de pescar

y en sus aguas de cristal la veía fluir

de un

lugar al otro, del otro a uno más allá.

Mujer de agua, que a veces también me bebe.







Conocí a esa mujer que sigue siendo río,

y a su caudal cada noche me abrazo.








domingo, octubre 18, 2009

Lento pero viene

"Que lento pasa el tiempo" dice el caracol.
Luego se echa a correr.


Años atrás el alma me pedía una mujer a lomo de un caracol. Aquel caracol iba sin prisas, creo, marcando la entrada a un tiempo nuevo en el que muchas cosas que eran dejaron de ser. En mi caso, el origami siempre ha sido autobiográfico. No sólo es que deje el alma en el papel, es que además los modelos surgen como un llamado de lo que el alma pide o de aquello que el universo otorga.

Es un tema que, hasta donde sé, comparto con pocos origamistas, pero que seguramente he de compartir con más. A fin de cuentas el no saber si algo se comparte no implica que no se haga. Pensándolo bien, ha de ser un asunto común a todo nuestro que hacer: Dejamos el alma en lo que hacemos, en el momento en que vivimos. Nuestros actos, sean sobre papel o sobre piel, sean sobre piedra o sobre las cuerdas de una guitarra, sean sobre poco o sobre mucho... nuestros actos hablan de quienes somos.


Quizás al caracol también se le juzgue por sus actos. En su defensa, es claro que se toma su tiempo para lo que hace (sea lo que sea). Quizás el caracol logre que lo que piensa sea igual a lo que dice y eso igual a lo que hace. O quizás el caracol vive renegando de su suerte, diciendo que hasta ella debe tardarse en llegarle...

Que poco sabemos de caracoles, y que tanto nos parecemos a ellos algunos días. En esos en los que el tiempo pasa más lento, en esos en los que se quiere que el tiempo deje de pasar. Son los días del caracol, esos en los que nos escondemos en aquella caracola que lentamente sube al cielo, esos en los que pensamos salir y dejarlo todo atrás, y sin embargo permanecemos con nuestra historia a cuestas como si se tratara de una vieja casa que oculta lo que somos. Esos días en los que nos recostamos en la caracola del oído y nos llegan de regalo palabras dulces que nos recuerdan el mar (y el amar).




lunes, octubre 12, 2009

Entre la niebla

Desde hace algunos años he aprendido que el universo siempre conspira. Invariablemente. No importa el minuto del que hablemos, o el lejano paraje en que queramos escondernos. No pasa un segundo sin que el universo se abra camino para brindarnos sabiduría.

En nuestra lejanía al silencio a veces, sordos, nos negamos a escuchar. Pero de nada vale nuestro ruido cuando el universo quiere hablar, de nada vale que salgamos a la calle como si se tratara de asustar a los muertos en una noche de carnaval. O que nos escondamos a cal y canto, seguros en la soledad de una trinchera. Poco le importan al universo nuestros escondites y nuestros gritos. El universo simplemente repite la lección, con sutileza, con sigilo, o incluso y si lo requiere con una crueldad inusitada. De nada sirven nuestras súplicas o nuestras negativas. De nada vale que aquello que ha decidido enseñarnos no sea aquello que queremos aprender. El universo simplemente enseña. Es su naturaleza, así como la naturaleza de la voz es cantar...

Comprender que el universo quiere enseñarnos algo no siempre facilita el proceso. No siempre se entiende que quiere decirnos y vagamos como ciegos dando tumbos sin distinguir el camino que debemos seguir. Incluso, a veces es peor la claridad. Comprendemos que quiere enseñarnos, pero nos revelamos y nos negamos a aprender. A mi, con frecuencia me ha pasado lo segundo. Y duele.

Este año el universo tocó a mi puerta y dispuso 3 temas para que sobre ellos aprendiera. No me dio a elegir uno de ellos. Simplemente decidió que sobre ellos debía aprender.

Hoy, que me he detenido a pensar en aquello que he aprendido, he decidido dedicar al primero de esos temas este modelo.


domingo, octubre 04, 2009

Mariposa simple

Hay memorias tan efímeras como las lágrimas de una mariposa
y recuerdos que se escapan entre los dedos como la lluvia en la tela de una araña.

La memoria es un engaño y nada más.

Hilamos nuestros recuerdos en futiles entretelas,
pensando que han de permanecer firmes al paso de los días,
y que el silencio y el olvido habrán de asentar el ruido interno que a veces nos impide escuchar.

Pensamos que el tiempo habrá de asentar aquello que atesoramos.

Pero el tiempo es engañoso
y le gusta revolver historias para dar origen a palabras nuevas.



sábado, septiembre 26, 2009

y quizas, volar

A veces me ocurre que hay modelos que se plantan en mi cabeza. Aletean como una mariposa tratando de salir. Surgen como una idea borrosa, una imagen difuminada que no logra tomar la forma adecuada. Y poco a poco, como si de un amanecer se tratara, va saliendo a la luz y pliegue a pliegue empieza a tomar forma, a salir de la idea y a volverse una realidad. A veces corresponde con lo esperado, otras veces simplemente no se consigue que tome forma. Me gusta pensar que los culpables son los dedos, mágicos interpretes de las ideas. Pienso que cuando cuentan con suerte logran seducir aquel pedazo de papel y dibujar un modelo que enamore... otras veces sólo obtienen desengaños.

Es lo normal, creo, en el proceso de las ideas. A veces se concretan, otras se desvanecen. Como Ícaro y Dédalo. Ambos viajeros de una misma idea, y ambos con finales tan discímiles. El uno que consigue seducir y enamorar. El otro que sólo obtiene un desengaño.

Quizas el final de Ícaro sea más dulce, pues pudo seguir sus eternos juegos de infancia. La historia de que sus alas se quemaron parece a todas luces falsa. Más probable que se haya dejado caer desde lo alto para nadar a mayor profundidad, y (como lo dijo Anderson Imbert) seguir jugando a que era animal terreste, y luego pájaro, y luego pez....

No sé aún si este modelo se haya desvanecido o no. El resultado aún dista de lo que imaginaba. Tampoco sé si será que lo que quiere es ser pez. O animal terrestre. O pájaro que remonte el horizonte. Creo que los dedos infunden vida a lo que pliegan, y que el papel es lo que quiere ser.

Muchas veces me ha pasado que el romance de los dedos lleva a que la idea se materialice en algo más. Puede ser la modificación de la idea al plasmarse en el material, o puede ser la realidad diciéndote que aún no sabes todo aquello que deberías saber para poder volver reales tus pensamientos. Otros pensarán que es suerte, aunque yo en lo particular no lo creo.

Hoy pongo otro pensamiento más que trata de tomar forma en el papel. Forma de papel.


sábado, septiembre 19, 2009

Cabeza de gorila

Hay algo que me gusta en las máscaras, pero también algo que temo en ellas. Dicen que en las máscaras se queda presa parte del alma de quien la realiza. Dicen que también se queda presa parte del espíritu de la criatura que representa. Aborígenes de distintas culturas y épocas usaban máscaras detrás de la cabeza, pues sabían que el animal salvaje no atacaba si lo estabas mirando...

Hay algo mágico en el poder que tiene la máscara que te permite ser otro. No es que se deje de ser uno, es que se permite ser otro uno. A veces la máscara desnuda el alma y sus deseos, sus pasiones, sus perversiones. Porque la máscara protege. Permite ser. Máscara y disfraz permiten comportarse de una forma distinta a la que la vida normal permite. Carnavales de otredades surgen con cada máscara. Carnavales de quienes queremos ser y no podemos.

La vida moderna es una maestra en el proceso de la máscara. Obliga a disfrazar y a comportar, obliga a ser otro. Obliga a poner un rostro encima del propio. Y luego otro. Y luego uno más. A veces ocurre que, en el proceso de ocultar la faz, el peso de tantas máscaras va borrando las verdaderas facciones y cuando llega la hora de mostrar la cara ya no se recuerda quien eras antes de cubrirte.

Algo bueno ha de tener, pues tu nuevo yo será la máscara que uses. Curiosa paradoja, pues ese regalo de poder elegir quién ser es también una condena. Aunque quisieramos librarnos de ese aparentar nos resulta imposible evitarlo.


En el fondo, no somos más que apariencias.

jueves, abril 30, 2009

is anybody out there?

Hace más de seis meses no escribo en estas soledades. Hace más de seis meses que se encuentran más solas que nunca. Y pocos la han extrañado. 

Para ser honesto, hace seis meses es poco lo que pliego, investigando a veces sobre otros papeles, a veces sobre otras formas de plegar, y las más dedicado a otras acciones harto lejanas al mundo del plegado. Aún en aquellos casos de plegado, el 90% de las veces, los resultados han sido desastrosos. 

Uno de los pocos casos que se ha salvado de la condena a la caneca ha sido este modelo. A la sombra de un árbol, a la sombra de Herne, a la sombra de los miedos, a la sombra... En el reverso del modelo, se insinua un rostro de ciervo. En su frente, sentado, se evidencia un hombre.

Mezcla de las técnicas de arrugado con el tradicional box pleating. Mezcla de no saber que decir con no tener que decir. Mezcla de dejar y seguir. A la sombra, simplemente a la sombra... 


¿Aún hay alguien allí afuera?
¿Aún hay alguien aquí adentro?